Desde el momento en que los seres humanos más primitivos empezaron a utilizar recursos para conseguir objetivos, sin saberlo, estaban llevando a cabo actividades administrativas.
Imaginemos la escena de una tribu de cavernícolas que deben salir de caza; por ejemplo, necesitan cazar un mamut para poder tener comida para todos.
• ¿Existe un objetivo? Sí: cazar el mamut
• ¿Están involucradas personas? Sí: los cazadores
• ¿Se utilizan recursos? Sí: personas, objetos (armas), tiempo.
Dando un paso más en la evolución del hombre, pensemos el grado de complicación administrativa que supone, por ejemplo, realizar una actividad agrícola, por más básica que sea.
En el nivel de planeamiento, hay que empezar a tomar en cuenta factores de más largo plazo, como el tiempo que requieren los cultivos para desarrollarse y poder ser cosechados; o la presencia de temporadas de lluvias. Por otra parte, es necesario organizar los recursos de forma más detallada: semillas, agua, tierra. La dirección de las personas se vuelve crucial, puesto que se necesita trabajar hoy para conseguir resultados visibles en mucho tiempo. Y el control no puede faltar, para saber si lo que se ha sembrado está creciendo bien y dará frutos.
Fue así como, a lo largo de los siglos, el hombre, sin tener una base teórica de la administración, ya la realizaba en sus actividades. Construir ciudades organizadas, levantar grandes monumentos o conducir enormes ejércitos al campo de batalla, requieren siempre, a la base, la presencia de una administración.
Ya en el siglo XIX, luego de la Revolución Industrial, la necesidad de producir cosas de la manera más eficiente y menos costosa posible llevó a los primeros intentos de organizar los conocimientos administrativos acumulados a lo largo de la historia de una forma más sistemática y que pudiera ser aprendida y replicada.
A principios del siglo XX, estos esfuerzos llevaron al surgimiento de dos grandes escuelas de pensamiento administrativo. La Administración Científica, propuesta por Frederick Taylor, llegó a la conclusión que, para obtener mejores resultados, se debían seguir las siguientes recomendaciones, que en muchos casos siguen siendo válidas hoy en día:
o Cambiar reglas prácticas por conocimientos organizados
o Establecer armonía en los grupos de trabajo
o Buscar la cooperación antes que individualismo
o Buscar un mejor rendimiento, antes que una mayor producción, a través de estudios de tiempos y movimientos, selección del personal, pago variable que dependa del desempeño
o Fomentar el progreso de todos los trabajadores
Por su parte la Administración Clásica, impulsada por Henry Fayol, dio forma a muchos de los conceptos que se usan en la actualidad al estudiar la administración; entre ellos:
o Las funciones de la administración; tres de ellas se han mantenido (planificar, organizar y controlar), mientras que las dos restantes (mandar y coordinar) se han fusionado.
o La clasificación de las actividades al interior de una empresa, de acuerdo con su similitud: técnicas, comerciales, financieras, de seguridad, contabilidad, administrativas. Las tres primeras siguen vigentes (operaciones, marketing, finanzas); seguridad ha pasado a formar parte de logística, contabilidad de finanzas, y las tareas administrativas genéricas han dado vida, entre otras, a recursos humanos.
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